Supongamos que un socio con el que tenemos un negocio tiene problemas económicos derivados de sus múltiples actividades. Nos pide ayuda, argumentando que sus problemas pueden acabar afectándonos si no los soluciona pronto. Alarmados, le prestamos el dinero, pero para ello hemos tenido que empeñar nuestros bienes. Lo damos por bueno, con tal de que no ocurra la catástrofe anunciada. Pero nuestra deuda con el prestamista aumenta al correr el rumor de que nuestro socio tiene problemas. El gremio de prestamistas ve un filón en el rumor, y se afanan por avivarlo, pues cuanto más cunde el rumor más interés obtienen por sus préstamos. De este modo acabamos teniendo una deuda muy importante por ayudar a un socio en apuros. Afortunadamente el socio termina con sus problemas, gracias al préstamo que le hemos hecho, que fue otorgado en unas condiciones muy ventajosas para él, dada la situación de emergencia. Apenas recibiremos interés, y lo devolverá a muy largo plazo, si es que lo devuelve. No nos gusta la situación en que hemos quedado e indagamos en los negocios de nuestro socio. Al parecer una de las actividades que mejor le va últimamente es prestar dinero. De hecho, es socio del prestamista al cual debemos una cuantiosa suma. Ante lo injusto de la situación hablamos con el Administrador General, que elegimos cada cuatro años para velar por una economía justa y equitativa. Éste nos dice que la situación no le gusta, pero que no se puede hacer nada más que ir pagando la deuda poco a poco.
Injusto ¿no? ¿Consentiría que esto le pasara a usted? No hace falta que conteste, pues ya le está pasando a usted y a todos los que pagamos religiosamente impuestos. Los bancos se vieron apurados y el Gobierno, acuciado por la situación, habilitó ayudas por una enorme cantidad de dinero público (nuestro). ¿De donde salió ese dinero? De la emisión de deuda pública: el Estado (o sea, todos nosotros) adquirió una enorme deuda que lastrará la economía de nuestro país durante muchos años. Esa deuda se financiará por medio de (nuestros) impuestos futuros. Es decir, una parte sustancial de lo que iba a dedicarse en el futuro a educación, sanidad, mejora de las pensiones, etc, servirá para pagar esa deuda. ¿a quien? ¿No lo adivina? La deuda es adquirida por inversores diversos, entre ellos los bancos, atraídos por un interés muy competitivo. Este interés sube particularmente cuando crece el “ruido” sobre el agravamiento de la crisis financiera en determinados países, como España ¿Quién arma ese ruido? La respuesta está en otra pregunta: ¿a quien beneficia?