Tridia no se fiaba, y no era la única. Ella, al igual que otros habitantes del pueblo, no encontraba satisfactoria la explicación que les daban los druidas y los caciques, sobre las causas de aquella penosa sucesión de desgracias que les afectaba tan severamente Las dudas acechaban ¿que habían hecho para provocar la ira de los espíritus? ¿por qué les castigaban tan severamente? ¿de qué modo sacrificar animales y untarse con su sangre iba a protegerles del mal? Tridia comenzó a atisbar una explicación alternativa: la sequía había provocado malas cosechas, y ello debilitó al ganado, que empezó a caer enfermo; todo ello redujo la comida disponible y extendió el hambre y la enfermedad en los habitantes de la comarca. La solución adoptada era contraproducente: sacrificando cabras u otros animales no solo no iban a evitar sus problemas sino que los iban a agravar, pues la comida iba a escasear aún más. Es más, la unción de sangre de animales enfermos, como la mayoría de los que se sacrificaban, parecía tener relación con aquella plaga de enfermedad febril que había empezado a afectar a muchos de los habitantes de la comarca coincidiendo con el auge de los sacrificios. Y todo eso por no hablar de los sacrificios de niños, verdadero suicidio colectivo para estos pueblos que estaban de esta manera comprometiendo su supervivencia.
El día señalado para el sacrificio, los druidas mandaron traer una cabra. Eligieron una cabra sana y hermosa. La llevaron al altar, donde procedieron con el ritual. Los habitantes del pueblo, hambrientos, enfermos, cansados, desanimados, asistieron impávidos al desangrado de la cabra. Tridia no aguantó más. Gritó: ¡vamos a comernos la cabra! Otros gritaron: ¡repartámosla entre todos! ¡las mejores raciones para los enfermos y los niños! Los druidas no podían creerlo. El consumo de la carne de la cabra sagrada traería un sinfín de desgracias al pueblo y así lo advirtieron a quien quiso escucharles, pero la mayoría del pueblo se abalanzó sobre la cabra, comenzando a despiezarla y a repartir los despojos. Los caciques advirtieron que si no se efectuaba el ritual tal y como lo hacían en otros pueblos, nunca cesarían de ocurrir desgracias. Pero ninguna de estas advertencias desanimó a aquellos seres hambrientos, que dieron buena cuenta de aquella hermosa cabra.
Con el estómago lleno, aquellas gentes emprendieron sus labores con más empeño que hasta entonces, pues el hambre y la enfermedad son malos compañeros del trabajo productivo. Araron los campos, sembraron, construyeron corrales para separar a los animales sanos, cuidaron de sus familiares enfermos con más fuerza...y la lluvia, que, aunque a veces tarda en aparecer, al final siempre llega, cumplió su eterno papel en el ciclo de la vida. Volvió la abundancia a la tribu. Los druidas y caciques revisaron sus teorías, y Tridia fue recordada como la que cambió la forma antigua de pensar por otra mucho más interesante y poderosa. Se llamó razonar.
Más cuentos del 15M en este blog:
La subasta de órganos: http://megapraxis.blogspot.com.es/2011/12/la-subasta-de-organos.html
El ocaso de la tierra: http://megapraxis.blogspot.com.es/2011/09/el-ocaso-de-la-tierra-o-la-gran.html
Ayer tuve un sueño: http://megapraxis.blogspot.com.es/2011/05/ayer-tuve-un-sueno-larga-vida-al-15-m.html
Cuento de vampiros: http://megapraxis.blogspot.com.es/2011/05/cuento-de-vampiros.html
Cuento de vampiros: http://megapraxis.blogspot.com.es/2011/05/cuento-de-vampiros.html